Vivir y soñar en los callejones


SANTIAGO. Detrás de un telón de sueños por una vida mejor hay una realidad en el país que se vive en la “parte de atrás”. Son lugares donde usted debe ser conocido o tener un familiar para accesar.

En ellos todo el mundo se conoce. Son lugares cubiertos en la mayoría de los casos por negocios comerciales, edificios, cañadas y hasta lujosas viviendas que ocultan la realidad.

Se esconde como única realidad humana: la pobreza extrema de la que son víctimas los moradores de la “parte atrás” de distintos sectores de Santiago y otras grandes ciudades del país.

Para los residentes en estos lugares hasta dar su dirección se ha convertido en un problema.

“Cuando llegas a la calle Generoso Díaz, en el barrio Los Santos, entras por la entrada de la Banca Bisonó, mi casa es la número 5”, así indica Juana Gómez, su dirección que según dice se encuentra en la “parte atrás del barrio Los Santos”.

Lo increíble es que al entrar por lo que aparentemente es una “simple entrada”, te quedas sorprendido por el sinnúmero de casas que se esconden tras la fachada de esta banca de apuestas.

Es, sin lugar a dudas, una comunidad donde residen el maestro, la enfermera, la costurera, el plomero y otros y donde encuentras pequeños puntos comerciales.

Los moradores de esta “parte atrás” no tienen que salir de su hábitat para obtener lo que necesitan.

Aquí encuentran el colmado, el salón de belleza, el centro de uñas, el lugar donde se arreglan los electrodomésticos e incluso la escuela donde se educan los niños y el templo para congregarse.

Es increíble que en un lugar en donde en apariencia nada existe, definitivamente exista tanto.

Incontables viviendas, en su mayoría de tablas y con preocupante proximidad la una de la otra, es decir, sin ningún sentido urbanístico.

Los moradores de esta “parte atrás” comparten un banco que se encuentra en la entrada y donde se reúnen los habitantes del lugar a “echar sus pláticas” como le llaman, así como el “callejón de entrada” que da paso hacia la comunidad donde viven de manera desapercibida.

O “en lo oculto” como algunos le llaman.

Aunque el aspecto de la casa delata la condición económica precaria de los moradores del lugar, los artículos dentro te ponen a pensar.

Un equipo de sonido aparentemente costoso y un televisor nunca faltan en estas moradas.

Así también, algunos pobladores cuentan con el servicio de Internet e incluso un inversor.

A pesar de esto no se puede obviar que en estas comunidades que se formaron a la sombra de otras se encierran diversas y preocupantes realidades humanas.

Niños desnudos y desnutridos que te dan la bienvenida, en cuyos ojos se reflejan sus necesidades económicas y afectivas; y alto índice de desempleo son algunas de las realidades impactantes que se observan en la “parte de atrás”.

Sería interesante que las autoridades se detengan en las entradas de los barrios para que se hagan partícipes de las necesidades que se ocultan en esas zonas que se hacen llamar “parte atrás”.

Muchos de los residentes de estos lugares provienen de zonas rurales quienes vendieron todo lo que tenían para trasladarse a la ciudad en búsqueda de mejores condiciones de vida, lo que no han conseguido pues se toparon de frente con una dura realidad, no encontraron posibilidades y tuvieron que quedarse en la “parte de atrás”.

La confianza entre los vecinos juega un papel preponderante pues éstos comparten hasta los artículos íntimos. Debido a la proximidad de las casas, los vecinos que tienden sus ropas en el patio, es posible que no las encuentren. La música alta del vecino que sale y deja el radio encendido. El joven que por su aspecto es considerado como “el temido del barrio”. Los constantes dimes y diretes entre los familiares, que todo el vecindario se entera.

La frase

“Los altercados son muy comunes entre los que vivimos en los callejones”

JUANA GOMEZ

27 años viviendo en el lugar

Vivir atrás

observaciones y entrevistas, las personas que viven en la “parte de atrás” de cualquier sector del país comparten: la entrada por un callejón que muy rara vez tiene una lámpara para iluminar en las noches. Nunca falta la vecina que se pasa todo el día vociferando.

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