Hay dos formas de conseguir el contubernio de las autoridades con los narcos: o sobornándolas y, finalmente, atrayéndolas al negocio mismo, o pagándoles para que se hagan “de la vista gorda”, es decir, para que no miren por dónde se cuelan los contrabandos ni las ventas ilícitas de drogas.
En esta tentación han caído oficiales y alistados de distintas ramas de las Fuerzas Armadas, se dice también que jueces y fiscales y políticos de distintas categorías.
Esto significa que los principales eslabones del poder estatal han sido permeados por este mal que se ha extendido a todo el mundo, y que se abre paso a las buenas o a las malas, como está ocurriendo en México.
Aquí tenemos que preguntarnos qué hacer frente a este fenómeno, que ya no extraña, pero que sí preocupa.
Se dice que los bajos salarios de guardias y policías constituyen un factor que los hace susceptibles al soborno y que, una vez convertidos en aliados de la ilicitud, tal conducta puede contagiar a otros.
¿Es preciso replantear el modelo y la estrategia de la lucha antidrogas para que estas flaquezas sean evitadas? Algo hay que hacer, insistimos, antes de que las instituciones más disciplinadas y llamadas a resguardar a la nación de estas amenazas terminen debilitadas o infuncionales frente al trágico derrotero del narcotráfico en nuestro país.
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