En estos momentos más de medio país está a oscuras, a pesar de que está pagando más caro por un servicio que es ineficiente e inestable.
En lo que va de año los usuarios de la electricidad han cargo con dos aumentos, uno de 6% y otro de 5.5%, al unísono con los incrementos de precios de los combustibles y otros insumos utilizados en los centros de trabajo y en los hogares.
Pequeños negocios, como salones de belleza y cafeterías, se van a la quiebra o se ven precisados a reducir su capacidad productiva y a eliminar puestos de trabajo, debido al impacto negativo de la crisis de electricidad.
Un pequeño empresario que tenga que cargar mensualmente con quince mil o veinte mil pesos de factura eléctrica, y además se vea obligado a gastar otros ocho mil o diez mil pesos en gasoil o gasolina para la planta de emergencia, difícilmente pueda operar con holgura.
Las grandes empresas también sufren un incremento significativo de costos fruto de las deficiencias del servicio de electricidad.
¿Y qué decir del problema de seguridad que generan los apagones, con plazas, calles y otros espacios públicos sumidos en la oscuridad?
Lo cierto es que ante este viejo y tortuoso problema el pueblo dominicano ha dado muestras de una capacidad de cordura, serenidad y paciencia que le hacen merecedor de los más grandes elogios.
Hasta ahora todos los gobiernos han fracasado en sus intentos por lograr una solución a tan mortificante problema. Pero no pueden olvidar las actuales autoridades que se han comprometido en varias ocasiones a darle una solución definitiva a este mal, que frena el desarrollo económico dominicano. Tampoco deben olvidar que la paciencia del pueblo dominicano en algún momento llegará a su límite.
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