De buena tinta - El voto de los presos tiene tufo...

Cuando Cuca bailaba, y bailaba bien, los ritmos eran más apacibles y las enramadas suficientemente espaciosas. Las parejas no se pisaban los pies ni hacían gestos obscenos en la pista.

Los derechos humanos existían, pero no con la vigencia de ahora. Eran material de discursos, y hasta de exaltaciones, pero entonces lo primero era el orden y después la libertad.

En ese tiempo, un solo hombre, que tal vez era el preso más antiguo o con más carácter y autoridad, mantenía a raya a sus congéneres enseñando un palo que casi nunca llegaba a usar.

Era una especie de autogestión carcelaria, y eran raros los altercados entre reclusos e imposibles los motines. Las ñoñerías de ahora ni asomaban, y las celdas eran revisadas por rutina y no porque se sospechara de nada.

Ahora los presos van a votar como cualquier ciudadano libre y los carceleros no saben cómo impedir que hablen por los celulares.

Son tres mil votos y podrían ser decisivos en unas elecciones nacionales. ¿Qué podría prometer un candidato a los votantes carcelarios? ¿El cuatro por ciento o su libertad inmediato gane?

Y después se quejan de la mucha delincuencia.

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