El pensamiento del dia

El cinismo histórico es un mal que corroe a unos cuantos integrantes de la sociedad dominicana.

Consiste en desear para el presente lo que garantizó una pretendida estabilidad y respeto en la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo.

Y reclaman el regreso de alguien con la fuerza y la mano dura que tuvo Trujillo en la conducción del Estado Dominicano. Y los hay que esconden sus identidades y dicen, en pasillos y ventanas democráticas abiertas, que es necesario el regreso de un Trujillo.

Esa versión distorsionada de la realidad se sustenta en lo mal que funciona la democracia dominicana y en la debilidad de las instituciones del Estado, incluyendo la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas y demás entidades responsables de servicios públicos, como la electricidad, el agua, el transporte, recogida de basura o la educación.

Lo hemos visto especialmente en gentes que vivió la dictadura y que participó de ella. Y añoran “el orden” dictatorial y la supuesta prosperidad que ese orden trajo a la República Dominicana.

Nada más lejos de la verdad. La dictadura de Trujillo se impuso en base al desorden y la división en las posiciones democráticas. Y por las ambiciones políticas desmedidas de otros. Y se eliminó a la oposición, y se persiguió y mató  a ciudadanos por sus ideas, o por no responder a la sumisión requerida. Y se eliminó la seguridad jurídica, la seguridad ciudadana no existía.

Los matones y esbirros del régimen impusieron la ley del silencio. Y los familiares y militares allegados al dictador imponían su voluntad. La ley no existía. Los derechos de los demás carecían de importancia. Los medios de comunicación que operaban lo hacían en la más abyecta de las condiciones.

Estas reflexiones tienen pertinencia porque hoy se pondrá a circular un libro de una de las hijas del tirano, Angelita Trujillo, quien defiende las miserias humanas y políticas de su padre, y lo presente como alguien con capacidad para indignarse por un crimen con el de las Hermanas Mirabal.

La malicia de la señora Trujillo llega al extremo de querer imponer como verdad un versión sesgada, absurda, en la que se inculpa del crimen a los que precisamente ayudaron al país a salir de aquella oprobiosa dictadura. A ese desatino le llamamos cinismo histórico, para no ponerle un nombre menos decente.

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