
Ayer no fue un día feriado para Norkis. Como no hubo clases, antes de las 7:00 de la mañana estaba en el mercado de la Duarte comprando víveres para abastecer el puesto donde trabaja: la acera de una esquina en la intersección de las avenidas San Vicente de Paúl con Fernando de Navarrete, en el sector Los Mina.
Tiene cara, fuerza y voz de hombre, pero apenas 13 años.
Es el primer varón de una prole de cuatro hijos; su padre murió cuando tenía seis años, cursa el quinto curso de primaria y vive en Sabana Perdida.
A los nueve años comenzó a trabajar en un taller de mecánica y lo dejó tres años después para dedicarse a contar plátanos y abrir fundas en el mercadito de “La Bomba”, como le llaman a la famosa esquina de este sector.
Allí trabaja desde que sale de la escuela y hasta las 8:00 de la noche. Cobra 150 pesos por día y con el dinero ayuda a su mamá y compra ropas. El mayor temor de Norkis no es que se lo lleven “unos policías que hace días caminan por las calles y se llevan a los niños que encuentran trabajando”.
Su mayor temor es no poder ayudar a su mamá y seguir estudiando para un día convertirse en mecánico. Por eso trabaja todos los días, incluyendo los feriados.
Norkis no sabía que un día antes, cientos de niños y jóvenes marchaban por las calles de Santo Domingo reclamando que se erradique el trabajo infantil y pidiendo que a los adolescentes como él sólo se les permita estudiar y divertirse.
Tampoco sabía que durante toda la semana, organismos internacionales e instituciones estatales abogaban porque se redoblen los esfuerzos para erradicar las peores formas de trabajo infantil que se realizan en el país, mucho más peligrosas que las que él ejerce.
Mejorando, pero no basta
El país ha ratificado tres convenios internacionales relacionados con el trabajo infantil: la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño (1991), el Convenio 138 Sobre la Edad Mínima de Admisión al Empleo (1999) y el Convenio 182 Sobre las Peores Formas de Trabajo infantil, ratifi cado en el año 2000.
El Comité Directivo Nacional de Lucha contra el Trabajo Infantil, compuesto por unas 17 instituciones vinculadas a la niñez, promueve campañas y políticas dirigidas a erradicar el trabajo infantil y a incentivar los derechos de la niñez, como la campaña lanzada el pasado martes con el lema “Demos una oportunidad a las niñas. Erradiquemos el trabajo infantil”.
Con este lema se unen a una propuesta del Convenio 182 en su artículo 7 que invita a los miembros a tener en cuenta la situación particular de las niñas, la que, dice el Comité, es penosa.
“Estas siguen en desventaja frente a la educación. No obstante a lo establecido en el segundo Objetivo de Desarrollo del Milenio, en el que se requiere que todos los niños y niñas hayan terminado un curso completo de educación básica para el 2015, 75 millones de niños (...) no están matriculados en la escuela y de cada 100 niños escolarizados hay 94 niñas matriculadas”, indica el Comité durante el lanzamiento de la campaña.
Sin embargo, y pese a los programas que promueven estas instituciones, entre ellas las secretarías de Trabajo, de Educación, de Salud y el Consejo Nacional de la Niñez (Conani), aún se desconoce la magnitud del problema y cuánto se ha mejorado debido a la falta de estadísticas recientes que detallen los pormeno res sobre el uso de mano de obra infantil en el país.
De acuerdo con un informe de la OIT publicado en el 2004, basado en la Encuesta Nacional de Trabajo Infantil (ENTI), alrededor de 436 mil niños entre 5 y 17 años se encontraban trabajando en el país en el año 2000. El 64% correspondía a menores de 15 años.
“A nivel nacional, 18% de las personas entre 5 y 17 años se encuentran ocupadas. La tasa es mayor para hombres que para mujeres, aumenta con la edad, y es más elevada en área rurales que urbanas”, dice el informe “Síntesis de los resultados de la encuesta nacional de trabajo infantil en República Dominicana”.
Los últimos datos sobre el tema provienen del informe “Trabajo Infantil y Políticas Públicas en República Dominicana: un estudio de 2008”, realizado por Oscar Amargós y patrocinado por la OIT y el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC). Según este informe, alrededor de 155 mil niños entre los 5 y los 17 años trabajan en el país, una cifra menos escandalosa que la del año 2000.
La situación ha mejorado pero no es sufi ciente, dice Elías Dinzey, representante de la OIT en el país.
Según Dinzey, a menos que el gobierno redoble esfuerzos para eliminar la mano de obra infantil, el país no podrá cumplir con los objetivos de este organismo que procuran erradicar las peores formas de trabajo infantil para el año 2015. Esta meta forma parte de una agenda que contempla que, para el año 2020, no se registre ningún caso de mano de obra infantil en los países miembros del organismo.
Con ese fin, tanto la OIT como el Comité Directivo Nacional de Lucha contra el Trabajo Infantil realizan estudios para que, en el menor tiempo posible, sea posible determinar cuánto se ha avanzado y cuánto falta para cumplir este objetivo.
La medida urge, sobre todo porque el artículo 1 del Convenio 182 Sobre las Peores Formas de Trabajo infantil indica que todo miembro que ratifi que el convenio “deberá adoptar medidas inmediatas y efi caces para conseguir la prohibición y la eliminación de las peores formas de trabajo infantil con carácter de urgencia”.
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LAS PEORES FORMAS DE TRABAJO INFANTIL
Según el Convenio 182 Sobre las Peores Formas de Trabajo Infantil, adoptado en 1999 durante la Conferencia General de la Organización del Trabajo (OIT), el término “niño” designa a toda persona menor de 18 años y la expresión “las peores formas de trabajo infantil” abarca todas las formas de esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, como la venta y la trata de niños, la servidumbre por deudas y la condición de siervo, y el trabajo forzoso u obligatorio, incluido el reclutamiento forzoso u obligatorio de niños para utilizarlo en conflictos armados.
También la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la prostitución, la producción de pornografía o actuaciones pornográficas; la utilización, el reclutamiento o la oferta de niños para la realización de actividades ilícitas, en particular la producción y el tráfico de estupefacientes, tal como se definen en los tratados internacionales pertinentes y el trabajo que, por su naturaleza o por las condiciones en que se lleva a cabo, es probable que dañe la salud, la seguridad o la moralidad de los niños.
De acuerdo con la OIT, la eliminación efectiva de las peores formas de trabajo infantil requiere una acción inmediata y general que tenga en cuenta la importancia de la educación básica gratuita y la necesidad de librar de todas esas formas de trabajo a los niños afectados y asegurar su rehabilitación y su inserción social al mismo tiempo que atiende a la necesidades de sus familias.
Reconoce, a la vez, que el trabajo infantil se debe en gran parte a la pobreza y que la solución a largo plazo radica en un crecimiento económico sostenido conducente al progreso social, a la mitigación de la pobreza y a la educación universal.
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