La historia podría pasar inadvertida, en el tumulto de informaciones desagradables dias, pero habría que hacer un esfuerzo para entender lo que está pasando a la sociedad dominicana, a través de historias como las que publicaron varios medios de comunicación este lunes.
Una madre embarazada, residente en una zona marginada del Ensanche Quisqueya, es quien entrega droga a dos hijas, de 9 y 11 años respectivamente, para que las vendan en la calle. La Dirección Nacional de Control de Drogas ha sometido en ocho ocasiones a la señora, y como si no pasara nada, cuando es puesta en libertad vuelve a las mismas andanzas.
Las dos menores, repetimos, de 9 y años años, fueron sorprendidas tratando de vender 130 porciones de marihuana. Al parecer es el cuerpo familiar completo que se dedica a esta infame actividad: la madre de las menores es sobrina de dos mujeres y un hombre que han ido a prisión por las mismas causas en más de 10 ocasiones. Un hermano de la madre fue apresado hace dos años, junto a la protagonista, por vender droga en la calle, específicamente cocaína y marihuana.
Hay que suponer que la criatura que está en el vientre de la madre es una casi segura niña o niño que asumirá el oficio de sus hermanas menores de edad, y de su madre, tíos, tías, sobrinos. Es muy lamentable que casos como este estén ocurriendo en la sociedad dominicana.
Esto refleja en drama por el que atraviesa nuestro país con el consumo de drogas. Se trata de sectores minoritarios, remanentes de la gran venta de drogas. Es terrible que estas niñas vean como algo normal la venta de drogas, y que sean entrenadas para escapar de las autoridades, sin apenas haber desarrollado alguna idea sobre responsabilidad individual, legal o moral.
No hay instancias que asuman el cuidado y protección de estas menores, que antes que todo son víctimas de su propia madre y otros adultos de su familia. Y si las hay, como CONANI, deben emplearse a fondo para su tratamiento y rehabilitación.
Sí, necesariamente en estos casos hay que hablar de rehabilitación, porque las distorsiones, traumas y otras deficiencias en que han caído estas niñas tiene mucho que ver con el comportamiento de los demás miembros de su familia.
El país, al mismo tiempo que aplica programas para evitar que se nos utilice como puente del narcotráfico, como la compra de los aviones supertucanos, y al unísono con el combate al gran narcotráfico y al microtráfico debe aplicar programas y destinar recursos para el tratamiento de los adictos que nos van quedando por cconsumo de estupefacientes.
Y aplicar programas de tratamiento y rehabilitación para aquellos que han hecho de la venta minoritaria de drogas su único modo de subsistencia, por lo que aparentemente fácil que resulta ganar dinero con ese producto.
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